Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Polvo de Ángel

Se encontraba escribiendo en su viejo escritorio, escribía para ella quien en muchas ocasiones leía sus cosas mientras el dormía.

A ella le gustaba llegar a hurtadillas, las primeras veces para saber si podía confiar en él, después cuando la confianza y el amor crecieron, lo hacía para leer lo que él con dedicación escribía para ella, el amor más grande de su vida.

La princesa Ángel llevaba tiempo indispuesta y no había ido al Bosque Encantado... esa noche fue diferente.

Mientras él escribía sintió un roce leve en su espalda, evitó moverse deseando que fuera ella. Después sus brazos lo rodearon por el cuello y una gran melena de negro cabello cayó sobre su rostro y él mientras tanto se llenaba de la fragancia de ella.

No sabía si estaba soñando, ella no decía una sola palabra, él solo la sentía y disfrutaba con los ojos cerrados por si fuera un sueño del cual no quería despertar y gozar al máximo ese inigualable momento. 

Sin mediar palabra ella lo giró en su silla y se sentó en sus piernas, buscando refugio en sus brazos se acurrucó en él.

La arrullo cual frágil niña y mesaba sus cabellos y besaba su frente, ella correspondía suspirando y aferrándose más a él, quien no cabía de la emoción.

Apenas se escuchaba su respiración, la cuidaba como algo muy frágil y ella sentía en su abrazo que se unían todos los pedacitos rotos de su ser y que sanaba su alma.

Era imposible describir el amor contenido en esos dos seres que sin palabras y con caricias se comunicaban esa noche y se entregaban uno al otro.

Afuera llovía, él le dijo suavemente al oído; "Siempre vienes con la lluvia"

Ella por respuesta le sonrió y lo miró un instante con sus ojitos que el amaba tanto, como agradeciendo sus cuidados, su paciencia y su amor sin límites.

Sus labios buscaron los de él que le correspondían profundamente. Se besaron y acariciaron con una ternura infinita, que las estrellas testigos indiscretos de ese amor, por no sentirse intrusas titilaban rítmicamente acompañando ese gran amor.

La mañana llegó como siempre pero al caballero la había parecido un instante, cuando abrió los ojos ella ya no estaba. El la seguiría amando en silencio el tiempo que fuera necesario. Le había parecido un sueño porque no notaba que su ropa estaba llena de polvo... polvo de ángel.

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