Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Poema póstumo

Antes de olvidarte del todo 
tendré que visitar de nuevo 
los lugares donde nos amamos, 
para ver si soy capaz de despedirme de mí.


Quizá en un pequeño arrebato 
intente apurar lo poco que quede en esas botellas 
que dejamos caídas en una mesa del Café Belén, 
antes de que febrero nos dijera nunca, 
antes de la estupidez de continuar juntos 
por el temor a vernos solos.


Te recuerdo como una alegría ajena 
pero como un desierto propio, 
y no me extraña echarte de menos 
si solo entre tus piernas 
conseguí convertir la vida 
en un barrio en fiesta.


Pero no bastó con eso. 
Nuestros temores vinieron a decomisarnos las certezas, 
a llenarnos de sábanas limpias y malentendidos.
No bastó con barrer nuestro futuro,
no pudimos volver a ser los de las fotos.
Por eso un día nos explotó en la cara la palabra adiós.
Ya no hay remedio. 
Me marcho. Me marcho de mí. 
Me voy a ser otro.

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